Fases de la vida de un volcán.
Robert y Barbara Decker en su libro “Montañas de Fuego, la naturaleza de los volcanes”, narran en clave novelada la vida completa del volcán Paricutín.
Volcán que toma el nombre del pueblo mexicano próximo al lugar en que se encontraba la tierra que un 20 de febrero de 1943 entraba en erupción. Curiosamente, ese mismo pueblo fue engullido meses después por el volcán al que arrebató el seudónimo.
La cuantificación temporal de la vida de los volcanes fue hasta ese momento algo parecido a una intriga con distintas tramas para los vulcanólogos. No había acuerdo porque existían demasiadas dudas, sobre todo por la enorme distancia que separaba al hombre respecto de la vida de algunos de los volcanes más ancianos, con una vida estimada en un millón de años, en algunos casos.
A través de una observación que se prolongó durante nueve años, se logró la determinación de datos fundamentales para el conocimiento sobre las distintas fases de la vida de un volcán. En un primer estadio, la superficie de la tierra más próxima, comenzó a ganar grados de temperatura perceptibles para los seres humanos. En ese momento súbito, y de corta duración, comienzan a observarse nubes de humo ascendiendo por el cielo. Horas después se producen los primeros temblores de tierra: terremotos que varían en intensidad. Casi al unísono se pueden contemplar las primeras erupciones. Al cabo de un día de continuas explosiones y del arrojo de lava, se forma una primera montaña que alcanza los cuarenta metros de altura. De forma rápida y progresiva, en menos de tres meses de continuas erupciones, el volcán alcanza los doscientos setenta metros.
En la fase de erupción de cualquier volcán no es extraño contemplar aparejados, como lo es en este caso, otros fenómenos de índole física. Tal es el caso de los Relámpagos, que se originan en la atmósfera a consecuencia de la emisión convulsa de nubes de ceniza.
Particularidades especiales del volcán
El Paricutín calló de la misma forma brusca con la que comenzó su vida. Nueve años después cesó su actividad quedando en estado latente. Como se comentaba anteriormente, la vida de este volcán fue de gran utilidad para los vulcanólogos y geólogos que pudieron tomar de primera mano referencias y fundamentos para comprender el fenómeno.
No obstante, la Ciencia sigue investigando las particularidades que suponen los volcanes, está considerado de utilidad conocer el porqué el material aislante de la lava es capaz de soportar y resistir las propiedades del agua durante tanto tiempo. Y es que los volcanes submarinos, muchos de los llamados volcanes Hawaianos, emiten sus efectos en lo más profundo del suelo oceánico. Justamente las propiedades y la presencia de distintos tipos y edades dentro de esta categoría de volcanes es por lo que son motivo de estudio para indagar algo más sobre la naturaleza común de estas montañas.
Un volcán hawaiano se gesta tanto en el interior del mar como en el costado de un volcán cuya aparición en el tiempo es anterior. Y, como resulta obvio, su comienzo se puede establecer desde que la presión interior genera la grieta o fisura en la superficie de la tierra, a partir de ese momento, la lava transcurre sin demasiados obstáculos hasta asomar por la superficie del agua. La presencia de la lava depositada muestra un aspecto almohadillado y de apilamiento. Y una nueva explosión, normalmente de gran intensidad, se sucede cuando el calor de la costra volcánica choca contra la superficie. Entra en el proceso la denominada fase vigorosa de construcción del escudo: es el momento en el que más actividad se puede presenciar, en una colisión que hace dirigir los restos de lava sin un orden o conciertos claros, ya que es imprevisible el cálculo o las dimensiones que alcanzará.
Tras la intensa dinámica adquirida, los empellones descienden de forma progresiva y la parte de lava que quedaba al aire comienza un viaje de retorno hacia las profundidades marinas.
Una vez que, de forma violenta y espontánea expulsa su contenido al océano inestable, comienza entonces un proceso de hundimiento vertical conocido como subsidencia. Este proceso de inmersión hace que se rellene la cuenca sedimentaria. El tiempo en que permanece inactivo el volcán es extremadamente largo, sin que se puedan descartar nuevas erupciones en algún momento histórico. La longevidad de este momento va dando paso a la desmantelación del volcán, que producto de la erosión y de la falta de nuevos recursos con los que mantener su estado, va cediendo.
La fase posterosiva del volcán
Una última fase parece producirse cuando el volcán parece haber concluido su vida. Esta fase es conocida con el nombre de fase posterosiva. De momento los estudiosos desconocen las causas de este despertar inesperado en el momento concreto, aunque esperado por su repetición constante en los casos analizados.
La mayor o menor dimensión de los volcanes no es sinónimo de mayor o menor actividad. Por ejemplo, lo que diferencia a los volcanes Mauna Kea y Mauna Loa, ambos situados a lo largo de la cadena volcánica hawaiana, es su distinta conservación o longevidad, ya que los dos presentan unas dimensiones muy parecidas. Mientras el primero permanece inactivo, el segundo todavía muestra síntomas de permanecer con vida.
Por último, tras los conatos esporádicos y diferidos en el tiempo que vienen a significar la muerte natural del volcán, se produce la consumición completa del mismo. Los volcanes son engullidos por el Océano. Bajo los Corales se suele encontrar material proveniente de erupciones volcánicas, en un lugar de una trepidante actividad telúrica de repente solo queda en silencio y llanuras.